Monday, July 10, 2006

El drama musical del juego


"En el estado de hallarse-fuera-de-sí, en el éxtasis, ya no es menester dar más que un solo paso: no retornamos a nosotros mismos, sino que ingresamos en otro ser, de tal modo que nos portamos como seres trasformados mágicamente. De ahí procede, en última instancia, el profundo estupor ante el espectáculo del drama; vacila el suelo, la creencia en la indisolubilidad y fijeza del individuo" (Friedrich Nietzsche)

Cosa abismalmente diferente es ver el desarrollo del juego, sentado frente al televisor, con un puñado de algo en las manos y boca, que vivirlo sentado en las gradas, mas aún si el estadio reboza de colores y cánticos. La barra, las distintas voces singulares que se afinan y se acoplan en la música que se va sucediendo como el espectáculo todo. Y lo curioso, lo enigmático, lo que nos da que pensar y que se nos rehusa a la vez, es que la música que nos hace vibrar, que nos aclara la emoción, dolor, alegría, azar, destino, etc, que tienen lugar explosivamente en el juego desnudo, no previene unilateralmente de la voluntad libre de algún coordinador involucrado. El tono jovial reposa en otro lado, en otra cima más cercana en su lejanía absoluta. Los participantes del juego se mueven, caen, saltan, y la música que miles de bocas en-tonan se filtran entre sus pasos, entre sus miradas que deciden y entre sus cuerpos que chocan. La música, el bombo como un bajo misterioso que escucha aquello que te obliga y te exige. Hay quizás una relación oscura y profunda en el cántico de la barra y lo que tiene lugar en el campo de juego. Es como mirar una moneda por dos caras diferentes pero que responden a lo Mismo, como una doble lectura. Quizás, por que no, el solo desfondado de un saxo frenético, un violín perdido bailando en la noche, son una respuesta a eso que te exige y te llama, esa otra cara de la moneda que se resiste a ser vista. Por eso tal vez, tratar de clasificar y ordenar la música, intentar explicarla argumentando de forma científica una vivencia personal de algún “autor” sea otra intención fútil del hombre. Y en el estadio, lo mismo. La intensidad del juego se entrelaza con el bombo y el canto de las voces invisibles. Es enigmático, pero ¿qué es el hombre más que un descifrador de enigmas? (Zaratustra) Por ahí alguien dijo que el hombre ha hecho mucho y pensado poco. Basta con prender la radio un segundo (o los programas musicales de la televisión “abierta”-más bien más cerrada que la cresta) y escuchar las monstruosidades (ni malas ni buenas) que se escapan en el aíre, de forma tan apacible, como mariposas sin alas.

luis felipe oyarzún montes.

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

sólo al bulla esto puede ser comparado.

9:49 AM  

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