Tuesday, August 01, 2006

Fundamentos para sancionar conductas antideportivas en partidos con amigos o con conocidos

Es un hecho que los partidos informales o entre amigos, distan, con mucha frecuencia, de ser partidos amisotos. Por ello, la dificultad en materia de arbitraje implica un alto grado de cooperación recíproca entre todos los que participan del "picado". La necesidad de llegar a acuerdos en un corto espacio de tiempo se transforma en un trámite que, muchas veces engorroso, puede llegar a sazonar el desarrollo del partido. Con todo, ante la imposibilidad de usar tarjetas amarillas o rojas entre amigos o conocidos, la graducación de las faltas o infracciones al ordenamiento natural del fútbol merece, al menos, un pequeño análisis.

Las famosas chuletas o clásicas patadas pueden ser medidas de acuerdo a su disvalor de resultado. Es decir, un moretón o una pequeña sangrada pueden ser la consecuencia directa e inmediata de un pancorazo, chuleta o patadón. Así, la gravedad de la infracción puede ser discrecionalmente medida por su resultado dañoso. El reproche, sin embargo, consistirá en el repudio personal de los jugadores del equipo contrario y, frecuentemente, dará lugar a una pequeña revancha que vendrá a "poner pimienta al partido". Por lo tanto, el no uso de tarjetas ni sanciones provisorias queda totalmente justificado, tanto por los costos como por su resultado. Por otro lado, es difícil valorar el disvalor de acción de una patada (su intención), a menos que se trate de una muy grosera o aberrante, lo que motivará de seguro una trifulca. Esto último, ya sabemos, a nadie hace bien. Al parecer, la intención de juzgar una patada es, prima facie, imposible (no escudriñaremos en la voluntad interna del jugador), salvo cuando se trata de patadas manifiestamente agresivas que, por sí solas, demuestran la intención de agredir o dañar. Estas últimas, pueden asimilarse a las conductas antideportivas, que pasaré a analizar más adelante.

Con las conductas antideportivas, el cuento es otro. Ejemplos de esta son dilatar innecesariamente el juego (considerando, además, una cancha generalmente pagada en una ciudad como santiago, en donde los centros neurálgicos no dan espacio para tener canchas gratuitas); obstruir saques laterales o corners con la mano; usar la mano no como "última ratio", sino para frenar jugadas; tirarla lejos. En estas, como adelanté antes, la intención de malograr el partido y dañar al fútbol puede manifestarse por si mismo y sin necesidad de entrar en un análisis causal. Así, detener un contragolpe con la mano resulta a todas luces una conducta que merecería, en las pichangas de amigos, un mayor reproche. Sin embargo, como sabemos, aquí no se usan tarjetas ni sanciones. Por ello, el freno de estas conductas dependerá, en gran parte, de la cooperación que presten ustedes para evitar matar el fútbol. La pelota no se mancha.

Señores, esto es "Palabra de Fútbol".