Palabra de Fútbol

Saturday, June 16, 2012

¿En qué se parecen Paolo Montero y Juan Carlos Onetti? Pregúntenle a Agustín Lucas



I.                   Reconocimiento del terreno de juego.
El central que se lanza con la pierna en ristre sobre balón y tobillo rival, que tras esa jugada mirará a su rival en el suelo con cara de pocos amigos y le dirá un par de verdades sobre su madre, para después alegar inocencia con la convicción de un santo, se llama Agustín Lucas. Es uruguayo, mide 1:87, pesa 84 kilos y tiene 26 años. Ha jugado en la primera división uruguaya y ha destacado en la liga mexicana, venezolana y guatemalteca. En su última experiencia en el extranjero, en el Anzoátegui venezolano, afirmó: “He conversado con el técnico y con otros jugadores y me doy cuenta que el grupo está muy unido. Espero adaptarme rápido para poder dar mi aporte”. Actualmente pelea el ascenso en Uruguay.
El poeta que lee en la fotografía ha publicado varios textos que lo sitúan entre las apariciones más interesantes de su generación. Su poesía condensa calle, cama, bares y un tránsito existencial que oscila entre el barrio y los más abismales laberintos de la mente y la memoria. Se llama Agustín Lucas, y es un fijo de la movida de lecturas poéticas montevideanas. Su último libro, “Club”, fue editado por la editorial más prestigiosa de Montevideo, Yaugurú, y en él se suceden inquietantes fragmentos, como si el poeta avanzara a tientas en una tierra que conoce, pero donde se ha hecho de noche de improviso: “Los transeúntes duermen, hijos de la calle, con el evidente ojo abierto, dueños del escalón y de la reja, del vaso, de la botella, del resto de fideos y el codo del pan, de la frazada y la chancleta, del talle grande, o de los dedos para afuera. Presos del invierno, libres del calendario y del reloj, héroes del sosiego, amigos de los perros”. 
No es un alcance de nombre. No es un futbolista que escribe poesía, ni un poeta que juega fútbol. Es las dos cosas a la vez, y a la vez un gran anfitrión. De lo que pasó esa tarde, esa noche y esa mañana de 2011, de las conversaciones con Pablo Silva y Juan Fossati, del “Quedáte tranquilo Obdulio” y “Cuando el juego se hace verdadero” cantados arriba de un taxi, no hablaré aunque me apunten. A cambio, cito a mi amigo a 90 minutos de comunicación virtual por el chat de Facebook. Esto es lo que sucede:

II.                Calentamiento
Onetti dice en “La vida breve” que estamos condenados a una sola alma, pero no a una sola vida. Se ve que le haces caso a tu coterráneo, y tienes al menos dos. ¿Cómo vives esa duplicidad, esa mezcla a nivel vital?
No quiero ser socrático y responderte con otra pregunta, ¿cómo vives tú la abogacía y la escritura?

Se ve que la primera pelota complicada conviene tirarla a la tribuna, con tal de alejar el peligro. Sirvo el lateral con prestancia y vuelvo a la carga: Yo soy abogado para ganar dinero, nada más, pero sospecho que a ti con el fútbol te une algo más profundo. El barrio, la infancia, el cuerpo alerta, cosas así
No hay que encasillarse en el fútbol, te ocupa tiempo pero también te sobra para hacer otras cosas. Todos tenemos algo para decir y hay que decirlo de la manera que salga. La vivo a pleno, no me planteo las diferencias. Trato de pegarle con las dos. Creo que ambas actividades, al menos en mi caso, tienen un punto en común que es el folklore. Por lo tanto el barrio, la esquina, la vieja pelota de trapo, el lápiz y la camiseta hablan entre ellos constantemente. Si no lo viviera así creo que también podría hacerlo, aunque en Uruguay el fútbol no es para ganar dinero.

En Uruguay el folklore es bastante mezclado, promiscuo en el mejor sentido de la palabra. Como son pocos, todos viven en el mismo barrio. Uno intuye que para ustedes el Negro Jefe, Jaime Roos y Onetti están separados por unas pocas cuadras.
¡Claro! Por eso la vida del Obdulio es poética, fantástica, literaria a la vez que campeón del mundo. Jaime Roos tiene una tapa de disco con la camiseta de Fénix, y además le canta a la celeste (incluso ahora hizo una película).

Onetti vendió entradas en el Estadio Centenario…
Esperaba que lo dijeras vos, para aprovechar de escuchar esos detalles de un chileno. Aunque es difícil que lo sepan los yoruguas… ¿Viste? Hicimos un “tuya y mía, para ti y para mí”, una pared o una cordillera.

La pared es la manera que tiene el fútbol de mostrar la buena amistad, de eso no tengo dudas. Con todo, Onetti es un miembro extraviado de tu folklore. En sus últimos años se olvida de su cuerpo, se acuesta a esperar la muerte y pierde los dientes. Darnauchans lo mismo. Mateo igual. Roos no digamos que se conserva en salud.
El uruguayo toma mucho alcohol. También fuma mucho. El mate es excusa para ambos vicios.

III.             Intercambio de banderines. Sorteo.
“Muerdo los dedos para no escribirte / poema infalible de las lágrimas / letra olvidada en las esquinas / tinglado de cuadras y veredas / Al roerlos sangran y ahora escribo lo que veo, sangre”. Tu poesía, si bien tiene un polo marcado en mirar lo degradado, es muy elegante en el lenguaje. Escribes como diez, no como defensa central. En tu poesía hay perros, linyeras, hambre.
Tengo aquí mismo un perro que me mira, me conoce, me conversa. Imagino a esos perros de la calle conversando con sí mismos, o con el invierno, o con el hambre. Lo mismo con los linyeras. Y no es una ofensa comparar hombres con animales, es un halago. ¿Un halago? No es un halago tampoco. Depende del caso.

Con el sexo es otro tanto. El verso parece enamorado, pero a la vez tiene un erotismo a lo menos rudo.
Sin carne no hay poesía, en cambio sin erotismo puedo haberla. A veces la poesía es como hacer el amor: un poco de erotismo previo y después… después carne.

Una vez Iván Zamorano dijo que algunos goles en el Santiago Bernabeu eran mejores que un orgasmo. Zamorano se llevó a su madre a vivir a Madrid.
Habría que ver que le hubiese pasado a Edipo si hubiese jugado fútbol. Pueden ser goles orgásmicos, poesías orgásmicas, pero… ¿mejores que un orgasmo?

De goles sé menos que de autogoles, yo también soy defensa central. Un buen polvo es siempre mejor que un gol, pero por un gol en la final de un mundial… podría estar un año en celibato. Un mal orgasmo es comparable con un autogol, eso sí lo puedo afirmar
Creo que estamos hablando de amor, ¿no? Tendríamos que hablar con Carver. Voy a mear.

IV.              Primer tiempo.
Paolo Montero es un personaje literario, no se puede negar. Tiene el record de expulsiones en Italia. Vino a la despedida de Marcelo Salas y se volvió loco alegando un offside del festejado, desde luego inexistente.
Me tocó enfrentarlo cuando Paolo jugaba en Peñarol, en el ocaso de su carrera. Lamentablemente se fue lesionado del partido, hubiese sido la primer camiseta de Peñarol que me pusiese. Por lo menos me quedó la foto del sorteo de capitanes.

Primera vez que escucho que esa foto sirve para algo
Supuestamente los jueces las guardan de recuerdo. Y nosotros nos guardamos de recuerdo las burradas que se mandan.

¿Qué será peor, un mal árbitro que te termina expulsando sin razón o un crítico literario amargo que destruye tu obra?
El árbitro sin dudas. Con el crítico me puedo sentar mano a mano, obviarlo, ignorarlo o mandarlo a la mierda sin que me suspendan el lápiz. Con el árbitro se complica, porque como lo dice la palabra, a veces arbitran algo más que un partido.

¿Es peor quedarse todo el año en la banca o todo un año con poemas sin poder publicarlos?
Quedarse en la banca de seguro, los poemas sin publicar puedo aún leerlos a amigos, conocidos, o en pequeños ciclos de lectura que rondan los antros montevideanos y del mundo.

¿Son mejores amigos los futbolistas o los escritores?
Los verdaderos

Esa te la tiré fácil, al pie, era cosa de echarla adentro. Subamos la puntería, ¿es mejor salir con una mina que te conoció en la cancha o con la que te leyó?
Con la que me leyó. Mi actual pareja me conoció así. Leyendo “Camarines” del libro “Club” cuando aún no era el libro “Club”.

Me estás vendiendo el verso, como cuando dicen “me encontré con un grupo humano bárbaro, tengo la confianza del profe, la hinchada es espectacular”.
Yo generalmente hablo bien de mi novia pero no del plantel que me cobija. Eso es muy relativo.

V.                 Segundo tiempo.
En tu carrera deportiva has viajado montones. Venezuela, México, Guatemala, en fin. Esos viajes aparecen también en tus poemas. ¿Cómo ha sido esa experiencia viajera? Una cosa es otra cultura, pero otra muy distinta es un camarín en donde eres extranjero y poeta
Un poco de todo, un poco de joven, otro de extranjero y otro de poeta. De amante, de bohemio, de inquieto. De todo. La experiencia viajera dejó varias cosas, entre otras las ganas de seguir viajando. En Guatemala reedité mi primer libro “No todos los dedos son prensiles”, con Libro Ati ediciones, y lo presentamos con mi compañera haciendo perfomances en el lago Atitlán. También hicimos de teloneros de una banda de Dub, Dubvolution. Nos anotamos en un ciclo de poesía en México, para hacer lo mismo pero nos tuvimos que volar antes de lo previsto, destino venezolano. Allí escribí un poemario, aún inédito.

A pesar de esos viajes, a ti lo que te tira el barrio, la ética del barrio.
Si, y me gusta curtir el barrio de otros países. Cuando terminé uno de esos campeonatos, moré por espacio de un mes y medio en casa de amigos. Terminé jugando para “La Cuadra”, un equipo de barrio en plena montaña. Me recomendaron que no usara mi nombre por si algún ojeador andaba en la vuelta, no daría una buena imagen de mí cómo futbolista. Les hice caso, me fiché como el Julio Cortázar. El historial: Un partido sólo, suspendido a los diez minutos por piñata, ganando por uno a cero, y en la cancha de al lado a los tiros limpios.

VI.              Intercambio de camisetas
“Club” debe ser uno de los libros (como objeto) más lindo de mi biblioteca. ¿Te interesa esa veta o fue más bien una casualidad?
Me interesa. “Club” se lo envié a Macachín (Editorial Yaugurú) porque es el Enzo Francescoli del diseño de libros en Uruguay.

¿Arruga con la celeste?
Te da Copas Américas con cada publicación.

Bien. Llegamos al minuto noventa. Una pregunta inevitable. ¿Has admirado a algún jugador chileno?
No sé si “admirado” es la palabra, pero recuerdo a Rozental con su estilo “Guns and roses” (aunque pueden decirme que jugaba medio “Maná”), Y por supuesto la dupla Za-Sa, para mí gusto de lo mejor que ha dado Chile.

Patricio Hidalgo Gorostegui, junio de 2012.

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